martes, 24 de febrero de 2015

Oscar 2015: los resultados de la quiniela

Los premios de la Academia estadounidense 2015 ya son historia, y unos cuantos --entre los que me incluyo-- se recuperan de la sorpresa tras ver descabalgada a Boyhood (2014) como la triunfadora de la noche; otros --también me incluyo en este grupo-- se alegran del buen resultado obtenido por Wes Anderson y su meritorio (aunque no su mejor filme) El Gran Hotel Budapest (2014). La cosa es que Birdman (2014) se ha alzado con los premios más importantes y demuestra una vez más que, con un buen planteamiento técnico, capaz de lucir en la pantalla, no está todo ganado pero casi.

En cuanto a los resultados de la quiniela, además de la participación ascendente (un año más), hay que señalar el buen nivel medio de aciertos (en una horquilla de siete puntos se apelotona la mayoría). Sin duda la victoria de Birdman ha restado puntos y ha contribuido a comprimir el marcador final. Paradojas y fruslerías al margen, hay que felicitar a Roberto Hernández quien, con sus 20 aciertos, es el ganador de la quiniela de este año.

Aquí va la tabla completa de resultados, así como el desglose de aciertos, para que cada cual saque conclusiones y/o engorde sus estadísticas personales:

Nombre/AliasAciertos
Roberto Hernández 20
Carlos19
Nuria Piñol / Pinyola 16
Santiago Esparza15
Isabel13
Maru Mena13
Agus13
Nachi13
Pepe11
Rome10
Mesé10
Anónimo con Gafas10
Montse10
Fuanmoda10
Gabriel9
Berta Plans9
Gema9
Sachams8
Xenia8
Txomin8
Inmotis8
Maria7
Edu6
Escondiola5

  • Agus: Película, Actor, Actriz, Actor Reparto, Actriz Reparto, Película Habla No Inglesa, Diseño Producción, Fotografía, Vestuario, Efectos Visuales, Maquillaje y Peluquería, Montaje Sonido, Documental
  • Anónimo con Gafas: Director, Actriz, Guión Original, Diseño Producción, Fotografía, Vestuario, Montaje, Efectos Visuales, Maquillaje y Peluquería, Banda Sonora
  • Berta Plans: Director, Actor, Actriz, Actor Reparto, Vestuario, Efectos Visuales, Mezcla Sonido, Corto Documental, Cortometraje Animado
  • Carlos: Actor, Actriz, Actor Reparto, Actriz Reparto, Guión Original, Guión Adaptado, Película Habla No Inglesa, Diseño Producción, Fotografía, Vestuario, Efectos Visuales, Maquillaje y Peluquería, Mezcla Sonido, Banda Sonora, Canción, Documental, Cortometraje, Corto Documental, Cortometraje Animado
  • Edu: Actriz Reparto, Película Animada, Vestuario, Efectos Visuales, Maquillaje y Peluquería, Banda Sonora
  • Escondiola: Director, Actriz, Actor Reparto, Película Animada, Efectos Visuales
  • Fuanmoda: Película, Director, Actor, Actriz, Película Animada, Vestuario, Efectos Visuales, Mezcla Sonido, Cortometraje, Cortometraje Animado
  • Gabriel: Actor, Actriz, Actor Reparto, Actriz Reparto, Diseño Producción, Vestuario, Efectos Visuales, Canción, Cortometraje
  • Gema: Actriz, Actriz Reparto, Guión Adaptado, Película Habla No Inglesa, Diseño Producción, Vestuario, Efectos Visuales, Maquillaje y Peluquería, Banda Sonora
  • Inmotis: Película, Director, Actor, Película Animada, Guión Original, Diseño Producción, Fotografía, Efectos Visuales
  • Isabel: Actor, Actriz, Actor Reparto, Actriz Reparto, Película Animada, Película Habla No Inglesa, Diseño Producción, Montaje, Efectos Visuales, Maquillaje y Peluquería, Mezcla Sonido, Banda Sonora, Cortometraje
  • Maria: Actriz, Actor Reparto, Diseño Producción, Vestuario, Efectos Visuales, Maquillaje y Peluquería, Cortometraje Animado
  • Maru Mena: Película, Director, Actriz, Actor Reparto, Actriz Reparto, Película Animada, Guión Original, Guión Adaptado, Diseño Producción, Fotografía, Mezcla Sonido, Banda Sonora, Canción
  • Mesé: Actor, Actriz, Actor Reparto, Actriz Reparto, Película Habla No Inglesa, Diseño Producción, Efectos Visuales, Maquillaje y Peluquería, Canción, Documental
  • Montse: Actor, Actriz, Actor Reparto, Actriz Reparto, Película Animada, Guión Original, Diseño Producción, Vestuario, Mezcla Sonido, Cortometraje
  • Nachi: Película, Director, Actor, Actriz, Actor Reparto, Actriz Reparto, Diseño Producción, Vestuario, Montaje, Efectos Visuales, Maquillaje y Peluquería, Mezcla Sonido, Canción
  • Nuria Piñol / Pinyola: Actriz, Actor Reparto, Actriz Reparto, Guión Original, Guión Adaptado, Película Habla No Inglesa, Diseño Producción, Fotografía, Vestuario, Montaje Sonido, Mezcla Sonido, Canción, Documental, Cortometraje, Corto Documental, Cortometraje Animado
  • Pepe: Actor, Actriz, Guión Adaptado, Diseño Producción, Fotografía, Vestuario, Efectos Visuales, Montaje Sonido, Banda Sonora, Cortometraje, Corto Documental
  • Roberto Hernández: Película, Director, Actor, Actriz, Actor Reparto, Actriz Reparto, Guión Adaptado, Película Habla No Inglesa, Diseño Producción, Fotografía, Vestuario, Efectos Visuales, Maquillaje y Peluquería, Montaje Sonido, Mezcla Sonido, Canción, Documental, Cortometraje, Corto Documental, Cortometraje Animado
  • Rome: Actor, Actriz, Actor Reparto, Actriz Reparto, Guión Original, Diseño Producción, Efectos Visuales, Maquillaje y Peluquería, Canción, Cortometraje, 
  • Sachams: Actor, Actriz, Actriz Reparto, Película Animada, Diseño Producción, Efectos Visuales, Cortometraje, Cortometraje Animado
  • Santiago Esparza: Actriz, Actor Reparto, Actriz Reparto, Guión Adaptado, Película Habla No Inglesa, Diseño Producción, Fotografía, Vestuario, Efectos Visuales, Montaje Sonido, Canción, Documental, Cortometraje, Corto Documental, Cortometraje Animado
  • Txomin: Película Animada, Guión Original, Película Habla No Inglesa, Diseño Producción, Vestuario, Efectos Visuales, Maquillaje y Peluquería, Canción
  • Xenia: Película, Actriz Reparto, Película Animada, Guión Original, Diseño Producción, Maquillaje y Peluquería, Banda Sonora, Cortometraje Animado

Sólo me resta agradecer a todos vuestra amable participación y animar a quienes se han mojado por primera vez o reinciden a pesar de los resultados. Pero sobre todo emplazaros (como si no lo hubiera hecho nunca antes) a hacer de la visita a este blog algo habitual, para que el año que viene la quiniela no nos pille indocumentados.




miércoles, 18 de febrero de 2015

Versión imposible (Annie)

Me pregunto qué es lo que lleva a unos productores experimentados --concretamente a Will Smith y compañía-- a invertir una considerable cantidad de dinero en una versión «actualizada» del musical Annie, estrenado en 1977 y ambientado en los años de la Gran Depresión estadounidense, cuando las huerfanitas soñaban con padres (millonarios a ser posible), el cine era una poderosa arma ensoñadora (bastante más que ahora) y el mundo, en fin, se parecía como nunca a un culebrón radiofónico. En este contexto y sólo en este encajan las canciones del musical. Intentar respetar esto (añadiendo algunas canciones de relleno para lucimiento de sus respectivos intépretes) y «actualizar» cinematográficamente todo lo demás es provocar que las costuras del filme chirríen escandalosamente. El resultado es imposible de vender ni de defender con un mínimo de coherencia, a no ser que se tengan muchos contactos en Hollywood y el servicio de mercadotecnia haya asegurado que se puede contar con la taquilla de la generación de padres recientes --que dará por buena cualquier cosa que encandile a sus rorros-- y una minoría de rendidos fans --entre los que se encuentra mi hija-- que acepten cualquier cosa relacionada con la simpática huerfanita con tal de disfrutar de nuevo con su --es imposible negarlo, lo mismo sucede con Grease (1978)-- gran banda sonora.

Cuando vi la primera adaptación al cine --Annie (1982), dirigida por un veterano John Huston e interpretada por una magistral Carol Burnett y un resignado Albert Finney-- me resistí durante mucho tiempo a dar mi brazo a torcer: Huston había filmado la historia con un distanciamiento irónico y sutilmente crítico, puesto que no creía en absoluto en un filme que era un encargo alimenticio, un producto comercial puro y duro que incluía por contrato a su protagonista la exigencia de vestir las veinticuatro horas del día como su personaje. Desde mi punto de vista, había demasiados detalles de humor socarrón, gags físicos y verbales a modo de dique estilístico, ese era el argumento que me permitía salvar a mi admirado Huston de haber rodado un filme tan previsible. Tuve que reconocer mi error cuando mi hija y mis sobrinas, desde el minuto cero y todavía hoy, quedaron encandiladas por la película: la película era lo que era, la historia no aspiraba a más de lo que pretendía, algunas escenas eran divertidas y los números musicales estaban filmados con innegable encanto.



Nuestro tecnologizado mundo y el punto de vista desencantado que nos hemos subrogado sobre todas las cosas encajan muy mal con los sentimientos puros y absolutos del musical original. Y no es que otros filmes hayan explotado esto mismo con un éxito incontestable, pero es que en el caso de Annie (2015) parece como si el trabajo de guión se limitara a reconvertir al millonario original en un empresario de la telefonía móvil aspirante a alcalde de Nueva York y renunciara a modificar todo lo demás. Las inconsistencias son innumerables (personajes, motivos, situaciones, objetivos... todo), pero rozan el fondo del pozo cuando descubrimos que, a punto de terminar la primaria, Annie no sabe leer y nadie de su entorno escolar se ha dado cuenta. Hay guionistas que escriben esto, se quedan tan anchos y cobran un montón de dinero.

Mi recomendación es que sólo se vaya a ver esta segunda versión de Annie en caso de desesperación en plena tarde de sábado con niños/as (todo tenemos derecho a una breve desconexión). A aquellos un poco más exigentes y a los amantes del género musical que no la conozcan les recomiendo que se hagan con una copia de la versión de 1982; no para dar con la medida exacta de la inferior calidad de esta de 2015, sino para disfrutar con un filme que es una digna adaptación de un musical y que --por encima de todo-- se ciñe a su tiempo y a su contexto.





jueves, 5 de febrero de 2015

Un drama de su (breve) tiempo (Birdman o (La inesperada virtud de la ignorancia))

Alejandro G. Iñárritu y sus guionistas habituales --
Nicolás Giacobone, Alexander Dinelaris y Armando Bo-- saben perfectamente qué hace falta para encandilar al espectador y dejarlo clavado ante la pantalla. Saben que ya no basta con un argumento con tensión incremental y unos personajes sólidos, también hace falta intensidad, fogonazos de drama, buenos diálogos, momentos definitorios, presentar una cierta idea del mundo... Y más cosas: reparto de primeras figuras (reservando secuencias para lucimiento personal de cada uno), un dilema vital y efectos especiales integrados en el drama.

Pues todo y con eso, en este siglo XXI aún hace falta algo más: un plus formal y técnico que asegure que el espectador queda fascinado en caso de que el drama humano no sea suficientemente conmovedor. Hemos visto demasiado cine, casi todas las variantes de casi todas las situaciones y desde casi todos los puntos de vista; demasiadas raciones de sinceridad desbordante, de sufrimiento intolerable, de humor sangrante, de dolorosas paradojas... Nuestro juicio cinematográfico, a estas alturas, es demasiado posmoderno y complejo y se comporta igual que nuestros sentidos ante cualquier estímulo físico placentero: necesitamos incrementar la dosis en la mayoría de los recursos para que provoque el mismo efecto que hace sesenta años. No hemos hecho nada mal, es una simple cuestión de entropía.

Birdman o (La inesperada virtud de la ignorancia) (2014) es un filme brillante e impactante que se somete a todos estos retos: rodado en un único y falso plano-secuencia en el que apenas se ven las costuras digitales, ha dado con una manera original de retratar un proceso neurótico, y además con una coherencia narrativa casi completa (si no fuera por unas cuantas licencias fantásticas cruciales). En lo formal, se las ingenia para --sin abandonar la toma única-- dar saltos en el tiempo que, de lo contrario, obligarían a la historia a encorsetarse en un espacio y tiempo al estilo clásico. Además, el rodaje sin cortes provoca en el espectador un considerable estrés narrativo: le invade la sensación de que se escapan detalles, debe atender al diálogo y a todos los elementos qe atraviesan la pantalla, por si alguno fuera importante desde el punto de vista de la narración... Esto sí es un problema adquirido: nos han/hemos acostumbrado a un cine monosémico, obvio y anticipatorio, demasiado cómodo de ver. El montaje --cada vez más acelerado, audaz, analítico-- es lo opuesto a la toma larga como recurso: puede dar la sensación de complejidad por la velocidad y la espectacularidad, pero en realidad es un largo corredor que nos lleva de un lado a otro como ratones de laboratorio en un experimento. Cuanto más elaborado y menos ambiguo es el montaje menos posibilidades tenemos de entretenernos en buscar contrapuntos, contradicciones o matices. La toma continua es una apuesta arriesgada que hay que saber administrar, e Iñárritu demuestra su larga experiencia en este aspecto.



Birdman es un filme de su tiempo, que conoce las teclas que hay que tocar en cierto tipo de público, y la consideraría un clásico absoluto si la magnífica idea del cine que propone (falso montaje, efectos, saltos temporales, escenografía, interpretaciones) fuera capaz de armonizarse con una vigosora idea del mundo (una dramaturgia incómoda, sin concesiones técnicas o ideológicas, universal, verosímil y que quebrara expectativas). No es así, porque el argumento, si eliminamos todas las capas técnicas, formales y escenográficas, no es más que una versión contemporánea de la crisis del artista venido a menos, otra disección del mundo despiadado, superficial, falso, ingenuo, pedante e histriónico en el que se mueve la gente del teatro; nada que un filme tan antiguo como Eva al desnudo (1950) acertara diseccionar con total lucidez. No soy tan pedante ni quiero decir que el filme de Joseph L. Mankiewicz sea superior, sólo que en lo argumental pocas novedades aporta Iñárritu. Cada título posee sus méritos, inevitablemente vinculados a su tiempo, pero el de Mankiewicz resulta determinante por el simple hecho de ser anterior (más detalles sobre mi teoría termodinámica del arte aquí).

Claro que los tiempos han cambiado, y que las cosas se expresan y se dicen de otra manera, sin embargo, los personajes clave de Birdman no lo han hecho tanto, son viejos conocidos de la galería de arquetipos humanos del género: actor en crisis creativa y de popularidad, joven intérprete en ascenso borde e histriónico, actriz sin amor propio, abogado al borde del colapso, hija de protagonista desatendida y en desintoxicación... Donde sí luce el trabajo de Iñárritu es en la sucesión de falsos clímax, algunos apasionados alegatos o las escenas impactantes que expresan mucho más de lo que significan. Y sobre todo en la escena central de la película --aunque no la hayas visto no hace falta que diga cuál es, la detectarás enseguida-- desde el punto de vista argumental: absurda, grotesca, plausible, desesperada, pero también con un desenlace imprevisto y a la altura. Quizá podría haber rematado una escena tan brillante con un excurso dramatizado sobre el amor, la existencia y todas esas cosas (el espectador lo espera, no le parecería un añadido fuera de lugar), pero Iñárritu no cae en la tentación de lo fácil, no lo necesita, así que hace que la cámara abandone lo que promete ser un momento cenital y se aleja en busca de otro personaje. Esa renuncia a lo cómodo eficaz me parece la apuesta más importante que levanta Birdman. Por la misma razón que el filme asume que necesitamos altas dosis de drama inyectado con histrionismo, desistir a recrearse en un giro dramático perfecto y pasar de largo me parece una buena declaración de principios.

Pero además de todas estas cosas, estoy persuadido de que una corriente moral y de decepción sobre determinados comportamientos del presente atraviesa la película de arriba abajo, y además se trata de un aspecto conscientemente añadido por los guionistas: son sutiles referencias a la levedad absurda del mundo, al ansia de comunicación instantánea que nos lleva a interponer la pantalla del móvil a toda experiencia en directo, la rabia ante el arribismo de los que triunfan sin mérito (demoledor sermón de la crítica teatral). No son elementos enfatizados, ni tampoco forman parte del argumento, pero están ahí, asomando en diálogos e imágenes clave, como el «extraño poder» que emana del éxito fulminante de un video viral y la legión de seguidores walking dead que eso implica, o la imagen de una muchedumbre alzando sus móviles para grabar un suceso imprevisto que será replicado, comentado y olvidado en internet segundos después.

El verdadero problema de la película es el final: antes de llegar a él, la historia --por dos veces-- da la impresión de que terminará de otra manera. Son dos amagos argumentales bastante evidentes, como si el director y los guionistas estuvieran tanteando al espectador, conscientes de que, en función de la elección, el balance global será diferente. El primero hubiera quebrado la lógica del universo que ha levantado el filme, pero se podría aceptar porque un final se puede considerar una singularidad; con todo, esa lógica se hace pedazos y el filme continúa, dejando atrás la contención exhibida hasta entonces. El segundo --justo en la escena siguiente-- es mucho más previsible, un recurso habitual en películas que juegan a confundir la realidad y la ficción; en este caso creo que prefiere no cerrar la historia con una paradoja clásica sobre la vida real que se asoma al teatro y el público tomando una cosa por otra y bla, bla, bla... demasiado obvio y manido. Así que en la siguiente escena --ahora sí, la definitiva-- tras dos avisos aparentes, todo se reduce a un poco de humor visual, sarcasmo a costa del mundo en que nos hemos encerrado y un plano final que yo creo que quiere ser lírico pero que me parece un fiasco. Como si después de poner de vuelta y media a todo y a todos resultara que sí, que somos sensibles y que hacemos lo que sea para alcanzar nuestro sueño. ¡Anda ya!

Birdman no es una obra maestra, pero reúne suficientes elementos como para aspirar a serlo. En lo formal aguantará mucho mejor que en lo argumental; estoy casi convencido de que no soportará una segunda revisión, igual que le sucede a Gravity (2013), la sensación cinematográfica de hace dos años. Me pregunto cómo serán las películas que acepten el reto de superar el énfasis dramático que Iñárritu ha inyectado aquí. ¿Será un filme narrativo? ¿Lo entenderé?



domingo, 1 de febrero de 2015

Puro cristal (El cuento de la princesa Kaguya)

Hay películas a las que hay que llegar, que se hacen desde una posición y un prestigio adquiridos después de una trayectoria artística. Algunos cineastas lo consiguen en plena madurez, por una serie de felices circunstancias o simple compensación a los servicios prestados a la industria (en forma de inmensas recaudaciones), como le sucedió a Steven Spielberg: a cambio de un taquillazo planetario como Parque Jurásico (1993) le dejaron rodar a su antojo La lista de Schindler (1993), probablemente la única superproducción cinematográfica rodada con total libertad creativa. Pues algo parecido le sucede a El cuento de la princesa Kaguya (2013) de Isao Takahata: coinventor --junto con su amigo Hayao Miyazaki-- de una sistema de trabajo que permitía acelerar la producción y abaratar costes en el cine de animación, puesto en práctica por primera vez con la serie televisiva Heidi (1974); cofundador en 1985 --también con Miyazaki-- del Studio Ghibli, referencia técnica e inspiración creativa del género animado, anterior e incluso superior a Pixar; cineasta de breve filmografía en la que destaca un título sincero, duro e incómodo como La tumba de las luciérnagas (1988), una historia que pocos habrían optado por narrar mediante dibujos animados. Es ahora, tras haberlo dicho casi todo, cuando Takahata presenta esta película, sin complejos, sin prisas y sin necesidad de demostrar nada, excepto su oficio y su evolución como artista.



El cuento de la princesa Kaguya, basado en un cuento popular japonés, es un filme hecho a contracorriente, sin tener en cuenta las tendencias actuales (cuyo objetivo es entretener y divertir), prescindiendo de muchas de las herramientas informáticas que hoy parecen ineludibles. En lo argumental tampoco hay demasiadas concesiones a la audiencia: una historia antigua, sin apenas elementos fantásticos, conflicto familiar a costa de rígidas tradiciones y final (sobre)cargado de emotividad. En lo formal también resulta innovadora: dibujada en una especie de acuarela de trazos inacabados, donde el nivel de detalle está visiblemente ligado al argumento (en las escenas pausadas se incrementa, mientras que en las que expresan fuertes sentimientos --como la de la huida de la princesa-- apenas son un esbozo, como si el ritmo narrativo determinara su grado de acabado). Viéndola, hubo momentos en que tuve la sensación de estar viendo esas películas de animación finlandesas o húngaras de los ochenta donde todo es muy moderno pero faltan claramente detalles básicos que faciliten que, como espectadores, nos enganchemos a lo que muestra la pantalla (personajes, motivos, objetivos, momentos definitorios).

Como artista consagrado a punto de despedirse de su profesión, Takahata no ha temido recargar la historia de sentimientos, ni destacar valores aparentemente en retroceso; ha hecho la película que ha querido y, quizá, por fin, ha dado con el tono y la técnica exactos a los que siempre ha aspirado. Si hubiera sido un joven cineasta en los inicios de su carrera estos mismos méritos no hubieran brillado tanto, como mucho se mencionarían como apuntes prometedores. Es lo que tienen los testamentos cinematográficos: no es sólo lo que son, sino la serie de obras previas que le sirven de base, atalaya y/o trampolín.